Atraído por la publicidad de esta compañía decidí hacer una portabilidad a Yoigo. Todo parecían facilidades: podía formalizar el cambio de operadora desde la misma Web sin los farragosos trámites de las sucursales. Ni siquiera tuve que enviar un fax con mis datos bancarios, ni fotocopias de mi DNI. Sencillamente tenía que cumplimentar el formulario y pronto tendría mi número en Yoigo. Además decidí aprovechar para cambiar mi vetusto terminal por uno más moderno. Elegí el Nokia 6151, un terminal sencillo pero muy completo.
Días más tarde, al comunicar a mi entorno que me cambiaba de compañía empezaron a hacerme recapacitar sobre el asunto. Así como yo no iba a incrementar mi factura telefónica, mis allegados sí iban a sufrir el cambio de compañía, puesto que las llamadas, sms y demás servicios les saldrían más caros. Decidí entonces que lo mejor era dar marcha atrás al proceso de portabilidad y conservar mi número en Orange (así como mi viejo Siemens).
Comprobé que las facilidades para cambiarme de compañía se diferenciaban mucho de las complicaciones para desistir del proceso:
-Sufrir interminables sesiones de música de espera hasta que me atendiera alguna operadora de Yoigo.
-Cuando conseguí hablar con algo diferente a una máquina, tuve que enviar un fax explicando los motivos de mi renuncia, mis datos, etc.
-Cancelar el terminal solicitado para que no me penalizaran con 100 + IVA
Tras realizar los trámites burocráticos pertinentes, anulé la portabilidad a Yoigo. Días más tarde llamé a Orange para preguntar si había alguna portabilidad sobre mi número. Me tranquilizó que me comentaran que no había ninguna operación de cambio. Imaginaros mi sorpresa cuando al día siguiente mi número dejó de funcionar: La portabilidad a Yoigo fue efectuada durante la mañana entre las 10 y las 12.
Inmediatamente llamé a Yoigo y después a Orange. En ambos casos me dijeron que lo único que podía hacer era volver a hacer una portabilidad de Yoigo a Orange. Estupendo, otros 15 días más sin teléfono porque alguien no hizo su trabajo. Realicé más gestiones: llamadas, faxes, etc. Esta vez presencialmente en una Fnac, nada de vía Web visto el fiasco anterior, e inicie una nueva portabilidad.
La sorpresa vino cuando un mes más tarde, cuando volví a ser de Orange, me llegó una factura de Yoigo. ME HABIAN COBRADO LOS 100 € DE PENALIZACION!!!!! Concretamente 116 €. Esta penalización te la cobran cuando incumples el contrato de permanencia, puesto que si te quedas el terminal solicitado has de abonar el supuesto descuento que te hacen cuando lo pides…. ¡pero yo había CANCELADO el pedido! ¡Jamás recibí ese teléfono!
Llamé acto seguido a Yoigo. Como era Jueves Santo y la sede está en Madrid, no había nadie del departamento de facturación ya que estaban de fiesta. Un operador tomó nota de mi reclamación, abrió una incidencia y me instó a esperar hasta el Lunes de Pascua
Dicho y hecho, intenté telefonear al número que me dio el operador, pero nadie atendía mi llamada. Minutos más tarde sonó mi teléfono. Eran del departamento de facturación para comentarme que iban a reintegrar mi dinero en la cuenta que asocié a la portabilidad. ¡Perfecto!, pensé yo, que servicio más bueno. Craso error.
Pasaron los días y los 116€ no aparecían. Extrañado, volví a llamar para preguntar porque no habían cumplido su palabra y devuelto mi dinero. Fácil, no tenían constancia de ninguna incidencia abierta con mi caso. Entre sorprendido y enfadado tuve que relatar de nuevo el asunto…desde el principio. La operadora me dijo que enviara un fax explicando lo sucedido y que lo pasaría al departamento correspondiente para que estudiara mi caso. De nuevo abrió una incidencia y me dijo que esperara unos días a que alguien de Yoigo se pusiera en contacto conmigo.
Una semana después, algo molestó y 116 € más pobre, llamé de nuevo a Yoigo para preguntar porque les costaba tanto devolverme mi dinero. Sorprendentemente (a esas alturas ya no tanto), la incidencia se había vuelto a perder en el entramado informático de la compañía. Tras largos minutos de “no cuelgue por favor, estamos comprobando sus datos” alternados con la rallante música de espera, volví a explicar una vez más lo sucedido, contestar a las preguntas de la operadora, ver como abrían otra incidencia (si es que alguna vez abrieron alguna) y tenía que volver a esperar a que los planetas se alinearan para que los dioses de facturación se pusieran en contacto conmigo. Le comenté si no podía darme algún teléfono o hablar con algún responsable puesto que ya estaba cansado de tener que contar mi caso a todo el plantel de operadoras, esperar durante semanas y ver como repetían el timo de la incidencia cada vez que les llamaba. Amablemente, eso siempre, se negó rotundamente, me explicó que ese no era el procedimiento y que ella solo podía abrirme una incidencia.
Tras 3 meses y no sé cuantas incidencias más tarde sigo sin saber nada de Yoigo, sin recuperar mi dinero y con una inexplicable sensación de estafa que me asalta cada vez que veo un anuncio de Yoigo.
Yoigo es una ladrona: verdad verdadera.